

Bajo la misma cafeína


para aquellos amantes del café
no hay nada mas satisfactorio que poder tener una experiencia tan íntima en la preparación del grano de café Mexicano, por eso mismo aqui te dejamos algunas experiencias y opciones para aquellos que no pueden resistirse a una deliciosa taza de café.







Viajando sola en una hacienda cafetalera
El camino, el destino y los sentidos son la mejor combinación para una experiencia inolvidable; mi objetivo en esta ocasión: las fincas cafetaleras en la región del Soconusco, en el sur de Chiapas.
Un buen café, naturaleza exhuberante y la calidez de la finca Argovia, me llevaron a disfrutar no sólo del lugar, sino de siglos de historia.
Neblina y vapor de café
Mi historia en la región del Soconusco comenzó muy temprano, cuando la neblina me dejó ver poco a poco las instalaciones de la Finca Argovia, casi fantasmales; al final del camino me estacioné frente a la antigua “casa grande”, hoy recepción de este espectacular complejo turístico en medio de los sembradíos orgánicos de café, casi a las faldas del volcán Tacaná.
Previamente, leí que a finales del siglo XIX se introdujo el café en la región del Soconusco gracias a Porfirio Díaz, quien invitó a inmigrantes europeos a extender en las laderas bajas de esta zona montañosa, fincas cafetaleras con vastos territorios de siembra del aromático fruto. La Finca Argovia al día de hoy ha subsistido por la producción de este grano y ha complementado sus ingresos con la creación de invernaderos de flores de ornamento y, especialmente, con el funcionamiento de un complejo turístico que puede llevar a cualquier visitante a viajar en el tiempo.
No había terminado de bajar del auto, cuando de un edificio victoriano escapaba el vapor del café caliente, mismo que se confundía con la neblina de la mañana. ¡Eso sí que fue una bienvenida!
Sin sentido nada… con los sentidos, todo
No existe nada en la finca que no esté orgánicamente producido. Por la mañana, antes de que el sol apareciera detrás del gran volcán Tacaná, un jeep se abría paso entre veredas hasta llegar al mirador, a un par de kilómetros de la casa grande de la finca. El mirador se erige unos 20 metros y desde ahí, como alfiler en el pajar, me encontraba inmersa en la obscuridad de la selva, escuchando animales nocturnos que poco a poco comenzaban a refugiarse, no estuvimos más de 15 o 20 minutos cuando el amanecer dio inicio, iluminando la enorme cuenca habitada por millares de árboles de todo tipo, la vista era sorprendente, la grandeza del momento simplemente dio pie a la contemplación.
Al regresar, ya con la cálida luz de la mañana, pude ver cómo junto al camino, entre las ceibas y arbustos, crecen los cafetos, árboles no muy grandes que muestran su fruto amarillento y rojizo. Argovia, con un territorio poco mayor a las 100 hectáreas, no ha impedido el crecimiento del café en parcelas, si no que ha dejado que los árboles crezcan libremente entre las montañas.
Al llegar a la finca pude ver como los “tapiscadores” salían a sus jornadas de trabajo, caminando y adentrándose en la selva. No aguanté la tentación de seguirlos, la experiencia fue increíble, el capataz caminaba entre veredas en la montaña con una corneta y la tocaba donde había un grupo de trabajadores piscando. De pronto, entre los árboles salieron no menos de diez hombres y mujeres con canastos llenos de granos, de esta forma se contabilizan y se juntan hasta que la cuota diaria es completada. Esta técnica se ha llevado a cabo por siglos.
Placer humeante
Es posible que Argovia tenga las mejores instalaciones de la “Ruta del café”. Las cabañas se encuentran estratégicamente posicionadas entre la montaña, unidas por caminos de piedra perfectamente iluminados y con todas las comodidades, todas con una vista privilegiada. La mayoría tiene terraza o ventanales, por lo que el simple hecho de ver el atardecer se convierte en un espectáculo increíble.
Para todas las comidas el chef tenía preparados guisos selectos y platillos elaborados con productos de la región, y otros ya fusionados con comida internacional. ¡Ni hablar del café en todas sus versiones y los postres para acompañar a la bebida!
En resumen, este destino fue para mí una gran aventura, el lugar donde encontré una parte de mí que no conocía, el aroma de la selva y el café, y la humedad de un ambiente anacrónico me regalaron una nueva enseñanza: ¡paladea todo! Con cada taza viene un recuerdo, el de uno de los mejores viajes que he realizado en mi vida.
Como parte de sus actividades, se visita la alta montaña, donde están la mayor parte de sus cafetos
Utilizan técnicas y productos amigables con el ambiente, por lo que cuentan con el distintivo de Rain Forest en café de conservación
Contacto
Finca Argovia
T. 01 (962) 692 3051 y 626 6115.
www.argovia.com.mx
La región en un vistazo
- El Soconusco se encuentra a tan sólo a 60 kilómetros de Guatemala, muy cerca de Puerto Chiapas.
- El Volcán Tacaná es la montaña más alta de Centroamérica con 4,100 metros.
- En los alrededores se puede visitar la zona arqueológica de Izapa, importante centro ceremonial y civil maya.
- Muy cerca está la Reserva Ecológica “La Encrucijada”, que cuenta con los manglares más altos del Pacífico mexicano (35 metros de altura).
- Puerto Chiapas recibe grandes navíos comerciales y de turismo de todo el mundo.
- En un paisaje multicolor, los alrededores de la finca conservan cientos de especies animales.
Huatulco con aroma a café
En Huatulco existe una poderosa y aromática razón para dejar de ver un rato el mar: el café. Muy cerca de las hermosas playas se encuentran las fincas cafetaleras donde se produce uno de los mejores cafés de México, el Pluma Hidalgo. El inconfundible aroma, los sorprendentes paisajes de la sierra oaxaqueña y la calidez de quienes atienden estos hermosos parajes generan una deliciosa adicción.
Las fincas cafetaleras de Oaxaca se fundaron entre 1872 y 1874, cuando decayó el cultivo de la grana cochinilla (un pequeño animalito que genera tintes naturales de color carmesí). Los habitantes de la región de Miahuatlán se dieron a la tarea de encontrar un nuevo producto para cultivar. El café que tanto éxito había tenido en Veracruz fue el elegido, ya que las condiciones de clima eran similares a las de la sierra oaxaqueña, muy específicamente en un cerro llamado “de la pluma”, porque ahí anidaban muchas águilas, que suelen arrancarse sus propias plumas para hacer sus nidos.
Con más de 5 generaciones de historia, las fincas cafetaleras son no sólo el sitio de producción de uno de los cafés más reconocidos en todo el mundo, sino también la posibilidad de una experiencia única. Puedes recorrer sus cafetales y conocer todo el proceso por el que pasa el café para llegar a tu taza: desde la preparación del terreno para la siembra hasta los cuidados, el corte, despulpado, secado y tostado. El senderismo es una de las actividades más atractivas, pues se trata de una región abundante en riachuleos y especies de flora y fauna. La mayoría de las fincas ofrecen a sus visitantes una comida con los sabores típicos de Oaxaca, y si lo deseas, también puedes pernoctar en sus pintorescas habitaciones.
Algunas de las fincas más visitadas son: Pacífico, Alemania, Copalita, El Faro, la Gloria y Camila. La Finca del Pacífico es una de las de mayor tradición en el cultivo de café orgánico de la zona. De sus 186 hectáreas, 120 están dedicadas al cultivo de café y 33 son reserva ecológica. El entorno ofrece paisajes boscosos de mística belleza, donde se pueden realizar cabalgatas, agroturismo y senderismo.